A veces quiero apartamento, otras prefiero hotel

Un desayuno así lo puedes disfrutar tanto en un hotel como en un apartamento. La diferencia es que en el apartamento uno de los dos ha bajado a comprar los bollos.

Un desayuno así lo puedes disfrutar tanto en un hotel como en un apartamento. La diferencia es que en el apartamento uno de los dos ha bajado a comprar los bollos. ¿Romántico o incómodo?

En el post anterior os anuncié que hoy explicaría por qué la semana pasada elegí para alojarme en Barcelona un hotel y no un apartamento turístico, habiendo tanta oferta y tan buena. Pues es bien sencillo, porque cada uno me ofrece cosas diferentes, y a veces prefiero las de uno y otras las del otro.

Por ejemplo, si viajo con mi hijo, sin duda prefiero apartamento. Bueno, ahora que ya tiene 5 años tampoco es mayor problema llevarlo a un hotel, pero cuando era un bebé necesitaba un espacio donde poder calentar biberones, preparar papillas, bañarlo… y la mayoría de los hoteles no están debidamente preparados para atender esos requerimientos, lo cual, puede llegar a generar mucho estrés. Os lo aseguro.

También si viajamos más de dos o tres personas probablemente nos salgan mejor los números si alquilamos un apartamento para todos que si nos alojamos en un hotel. Por supuesto, me refiero a apartamentos y hoteles con equivalente nivel de confort, ubicación, etc. Y cuantos más días pernoctemos, más ahorro notaremos con el apartamento.

Está claro que si lo que busco es pasar una semana entera o más días en el destino que sea, y me apetece cocinar con los productos locales, voy a tener ropa para lavar, y preferiría conocer gente «local» y «cercana» que me recomiende de primera mano qué lugares visitar, etc., no hay duda de que el apartamento es la opción adecuada. Sí, ya sé que en la recepción de cualquier hotel nos pueden facilitar información de sitios que visitar y demás… pero nos gusta mucho más que lo haga la persona que nos aloja, que conoce la zona al dedillo, y que nos va a recomendar con el corazón. Quizá terminemos en la tasca de su amigo, comprando ropa en la tienda de su cuñada o cenando en el restaurante de su primo, y nos parecerá maravilloso, porque será «nuestra» visita, «nuestra» experiencia propia, hecha a medida para nosotros, y no la de cientos de visitantes a los que dirigen a los mismos sitios día tras día. Eso es lo que nos hará sentir más viajeros y menos turistas.

Sin embargo, si viajo en pareja, sin niños, para dos o tres días, y no quiero preocuparme de nada, ni del desayuno, ni del parking, ni de si hay ascensor o aire acondicionado en el establecimiento, etc… y no tengo intención de cocinar ni lavar ropa, ni entra en mis planes tirarme en el sofá sino estar en la calle todo lo posible, pues me busco un buen hotel con desayuno buffet – que me encanta, y yo el desayuno no lo perdono -, a un precio razonable y me quedo tan contenta. O sea.

De todas formas, parece que los gestores de hoteles, probablemente sintiéndose amenazados por estos pisos, aparte de denunciar a los que realizan la actividad de forma ilegal – que me parece lógico -, ya se están poniendo las pilas, analizando las claves del éxito de este tipo de alojamientos, y están tomando nota de algunas cosas. Al menos eso he leído en el artículo Lecciones de economía colaborativa: qué pueden aprender los hoteles de Airbnb publicado el 4 de enero de 2016 por Hosteltur.com. No os lo perdáis!

Hasta pronto!